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Al doblar la esquina (Part. I)

No escribo muy seguido últimamente, porque ahora al hacerlo descubro cosas que quizás a veces no quiero tener muy presente, y quizá sea este rasgo el que me hace escribir hoy. Quiero entender, mejor dicho quiero descubrir lo que habita en mi mente después de haber visto esos maravillosos ojos, los ojos de aquella muchacha.

El negocio de mi papá es una librería y siempre lo apoyo en las ventas eso ayuda a economizar con los gastos y de paso puedo revisar los libros que están en este curioso lugar, quiero decir, son tantos años que conozco ese lugar y no dejo de sorprenderme, ¿Será que no termino de entender como una habitación puede contener tantas historias, tantos mundos? Por ese mismo motivo ando bastante distraído en la librería, pero el otro día toda mi atención se posó en ella, en sus ojos. Entro por la puerta y en ese instante algo me llamo la atención de ella, y no solo me refiero a lo simpática que pueda ser sino también a algo que ella irradiaba, algo que como una suerte de magnetismo ataba mi mirada a la suya.

Hasta donde pude notar estaba buscando un libro sobre Napoleón o algo así, no estoy seguro porque, ciertamente no la estaba viendo, la estaba contemplando. Luego se acercó a mí y yo le hice una pregunta que desencadeno en una apuesta, en cuanto ella se retiró de la librería me sorprendí pues aquella persona que hablo con ella era una parte de mí de la que no era consciente, una parte que quizá solo ella inspira.

Luego de recordar esto quiero regresar al punto que me llevo a escribir estas líneas, sus ojos, su sonrisa, su cabello, ella, solo ella, toda ella. No he dejado de pensar en ella, no he dejado de imaginar su nombre, como es, qué piensa, qué sueña.

Todos esos pensamientos han pasado por mí estos días como una procesión, aunque todo esto me genere mucha curiosidad también me hace sentir un poco tonto, pues quizás todo esto sea en vano, es decir, a diario pasa tanta gente por la librería, tanta gente que no he vuelto a ver y ella la chica más especial que mis ojos han visto, ¿Qué razón o suerte tendría yo de volverla a ver? Mi mayor esperanza es una apuesta, aquella pregunta.

Incluso si llego a verla de nuevo siento un poco de miedo, y es que soy bastante tímido, tengo miedo de no saber que decirle, de que piense que soy un tonto. No sé si soy un cobarde, pero prefiero no volver a verla a que ella piense que soy un tonto, no podría vivir con eso.

En este instante estoy sentado frente a mi escritorio escuchando música, exactamente a The Smiths con su canción “The Charming Man”, osease, el hombre encantador, que irónico título para mí, que irónica canción para todo lo que estoy escribiendo. De hecho estoy frente a mi escritorio escribiendo esto y de paso esperando una llamada, pues debo ir a recoger unos libros y discos que papá me encargo traer de la tienda. Sucede que él tiene la política que si los discos o libros que tiene en la tienda no se venden en un periodo de siete años, nunca serán vendidos, por lo tanto papá los adquiere para su colección.

Escribir esto me está haciendo tanto bien que he decido continuar escribiendo en mi celular mientras camino de vuelta a casa, después de haber ido por los discos y libros, papá tiene que quedarse esta noche en la tienda, pues hoy le toca hacer guardia, sucede que nos turnamos para dormir en la tienda. Quiere decir que pasare la noche solo en casa, pero antes debía ir a comprar algo de comer, escribir me da hambre, di la vuelta a la calle y la vi, caminaba como si se tratase de un milagro, hacia mí, con sus ojos, sus maravillosos ojos. Ella sonría y me dijo:

  • ¿Qué tal Napoleón?- mi corazón latía rápido, no sabía que decir

  • Parece que olvidaste nuestra apuesta- recordaba la apuesta, la recordaba!, me alegre tanto, pero no podía sonreír, no al menos tanto como mi alegría me permitía.

  • No en absoluto señorita- es lo mejor que pude decir

  • Lana, me llamo Lana Rosas – y me extendió la mano, que mano tan delicada y bella pensé

  • Juan Diego Baumann – le dije, al menos recordaba mi nombre, eso es bueno – Bonito nombre- le dije.

  • Es igual al de mi abuela – me dijo. Cada vez que ella hablaba lo hacía con tanta alegría, irradiaba alegría, y eso hacía que mi corazón quiera salir de mi pecho y que mi timidez se vaya por momentos y en otros sea tan inmenso.

Me hablo de la apuesta, y en ese instante decidí guardar mi celular, ella era todo lo que quería ver y oír en ese momento…

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